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viernes, 28 de septiembre de 2012

Estivill se retracta




Bueno, he estado un tiempo alejada del blog, los dos peques requieren muchas atenciones y estoy disfrutando de cada momento que paso con ellos. Pero algo que lei ayer me ha hecho sacar un huequito y escribir estas líneas.

Ayer por la noche, mientras me ponía al día en facebook tras dormirse mis niños y terminar de estudiar, me encontré con la noticia de que Estivill (el famoso Eduard Estivill, autor del archiconocido libro Duérmete niño y del que ya he hablado en otra ocasión) había concedido una entrevista a El País en su edición digital en la que, entre otras cosas, afirma que las directrices que dio en su libro no pueden aplicarse a niños menores de tres años. ¿Perdone? No he leído el libro completo, pero sí partes del mismo y en ningún momento indica eso, es más, llega un punto en el que advierte a los padres de que cuanto más tarden en aplicar el método, peor, más difícil resultará (lógicamente, cuanto más mayor es el niño menos intención tendrá de someterse a semejantes directrices y, sino, que pruebe a hacer esto con un adolescente de 15 años).

Pero merece la pena que os ponga aquí la parte en la que recula:

"Recientemente hemos publicado el libro 'A dormir', que es la actualización de los conocimientos sobre el sueño de los niños. En él, explicamos unas normas para enseñar a dormir a los niños correctamente respetando la lactancia materna, de hecho los estudios científicos que hemos publicado en la revista española de pediatría han sido realizados en niños con lactancia materna a demanda. En el cerebro de los niños existe un grupo de células que es nuestro reloj biológico. Es el que nos indica que hemos de dormir de noche y estar despiertos de día. Como otras estructuras del cerebro de los niños, este reloj biológico es inmaduro al nacer. Por esto los niños duermen a trocitos y no pueden dormir de un tirón las horas nocturnas hasta los seis meses de edad. Las normas que explicábamos en 'Duermete niño' eran para los niños a partir de los tres años que tenían el denominado 'insomnio infantil por hábitos incorrectos'. Estas norma no pueden ser aplicadas en los niños más pequeños por esta inmadurez de su reloj biológico. Hay que realizar otras rutinas respetando la lactancia materna a demanda para ir enseñando a este reloj biológico a sincronizarse con el medio ambiente y así llegar de seis meses con un sueño nocturno adecuado de unas once horas y tres siestas diurnas: una después del desayuno, una después de la comida y una después de la merienda. En nuestro libro 'A dormir' explicamos estos nuevos conocimientos científicos y damos las pautas adecuadas para que el niño, siguiendo la lactancia a demanda, pueda ir estructurando adecuadamente su sueño."

En primer lugar, bravo!!!, parece que se ha dado cuenta de que el método Estivill era totalmente incompatible con una buena lactancia materna. Las tomas nocturas son importantísimas para regular la producción. Con lo que este hombre nos comentaba en el libro, el bebé estaría sin comer toda la noche, ¿no? ¿Y que pasa con la lactancia a demanda?

En segundo lugar, eso de que las normas que explicaban en el libro no pueden aplicarse a menores de tres años es algo nuevo, esto no lo ponía en su libro, en el cual afirmaba lo siguiente:
"En definitiva, no debéis ayudar a vuestro hijo a dormirse, es decir, no debéis tomar parte activa para lograr que concilie el sueño. Ha de aprender a hacerlo solo y cuando tiene menos de 6 meses (los bebés mayores de 6 meses que aún no han adquirido un buen hábito del sueño suelen padecer insomnio. Si es el caso de vuestro hijo, no sufráis; en el capítulo IV “volver a empezar” os explicamos cómo enseñarles), se le puede enseñar a hacerlo de cualquier manera. Se conformará con que las cosas estén tal como estaban cuando se durmió: su cuna, su mantita, su muñeco, su chupete… Cuando se despierte, y ya sabéis que lo hará varias veces, notará que todo está como siempre (…) y volverá a conciliar el sueño sin más problema. Y vosotros, por supuesto, a dormir tan ricamente."

Este párrafo está sacado del propio libro, editorial DeBolsillo, en la página 39.

En tercer lugar, eso de que con seis meses el bebé tendrá un sueño nocturo de unas once horas y además tres siestas me parece crear unas espectativas que no tienen por qué cumplirse y que puede generar en los padres incertidumbre: "Estivill decía que debía dormir once horas a los seis meses y no es así, duerme 9" o lo contrario "duerme 14" o "pues mi hijo no duerme tres siestas"... Mi hija con seis meses no dormía once horas por la noche. Es ahora que tiene dos años y medio y sigue sin hacerlo. Duerme toda la noche del tirón, si se despierta, al dormir conmigo, me nota cerca y vuelve a dormirse tan ricamente y no tienen ningún tipo de trastorno extraño... pero no duerme once horas. Cada niño es un mundo y de ahí que se hable de medias, porque habrá niños que duerman 9 horas y habrá otros que duerman 16 y los dos están sanos y no tienen ningún problema.

Y en cuarto lugar.... qué curioso que esto salga a la luz cuando publica el libro "A dormir" con nuevas actualizaciones sobre las pautas de sueño de los bebés. Claro, se conoce que se ha dado cuenta de todas las investigaciones científicas que se están llevando a cabo sobre el sueño de los bebés y los efectos que tiene sobre ellos a medio-largo plazo el dejarles solos, llorando. Y, se ve también, que está comprobando que cada vez hay más padres a los que les huele raro eso de no coger a tu hijo cuando llora o permanecer impasible aunque le veas golpearse o vomitar (hombre, si vomita, lógicamente le limpias, faltaría más, pero sigues en tus trece).

En fin, al menos algo hemos mejorado, los bebes pueden dormir tranquilos hasta los tres años...


Si quereis ver la entrevista entera, la tenéis aquí.

martes, 17 de julio de 2012

El nuevo miembro de la familia


Hace ya dos meses que hay un nuevo miembro en la familia y aun no he escrito nada sobre él ni sobre las circunstancias en las que vino al mundo. Creo que ya es hora de hacerlo, ¡que él se lo merece!

Mi hijo nació el 11 de mayo a las 17:45. Fue un parto inducido, debido a que no estaba aumentando de peso y el pobre tenía medidas de un bebé cuatro semanas más pequeño. Todo el embarazo fue en esa línea, todas las medidas indicaban que nacería delgadito, pero las últimas semanas estuve más controlada, con monitores prácticamente cada semana y con ecografías cada semana o diez días para ir mirando el peso. El día 9 de mayo fue el último día que fui a monitores y en la ecografía me comentaron que el peso estimado era de 2700, bastante delgadito, y que el doppler estaba muy justito, vamos, que no le estaba llegando el alimento correctamente y que, llegados a ese punto, a dos días de cumplir las 40 semanas, lo mejor era sacarlo para que creciera fuera. Tengo que reconocer que me puse muy nerviosa, no era la idea que yo llevaba. Con la experiencia del primer parto, quería que este fuera lo más natural posible y una inducción no era algo muy natural que digamos. Pero lo primero es lo primero y si mi hijo tenía que salir ya, pues había que hacerlo.
Todo el proceso comenzó a las ocho de la tarde del día 10 de mayo, con una gasa de prostaglandinas, que introducen para que el cuello del útero se vaya ablandando. Provoca contracciones, pero eran muy irregulares y no dolorosas, vamos, como las que ya sentía las últimas semanas antes del parto. Estuve desde las ocho de la tarde con monitores en una sala de dilatación. Al día siguiente, a eso de las siete y media, me pusieron la segunda gasa. Durante la mañana las contracciones empezaron a ser mucho más molestas, sin llegar a ser dolorosas del todo, pero sí incómodas. A la una por fin me dieron un respiro y me quitaron los monitores. No había dilatado nada, apenas estaba de dos centímetros, y me dejaron ducharme y comer tranquila antes de empezar con la oxitocina. Empezaron como a las tres de la tarde y cada cuarenta y cinco minutos, venían a aumentar un poco la dosis. A las cuatro y media, volvieron a aumentarla y a los diez minutos, las contracciones comenzaron a ser muy dolorosas, así que llamé para que me pusieran la epidural. Pararon la oxitocina, pero el proceso ya había arrancado y las contracciones siguieron de manera muy seguida y muy dolorosa. Me pusieron la epidural a eso de las cinco y cuarto, pero ya no me hizo efecto. Notaba la parte derecha algo más dormida, pero seguía sintiendo el dolor de las contracciones. A las cinco y media me exploraron y ya estaba dilatada del todo. Era increíble, una hora antes también me había explorado y estaba de tres centímetros. En quince minutos, mi niño venía al mundo. Tuvieron que ayudarnos un poco con ventosa, porque él no estaba soportando bien las contracciones, pero fue increíble. Aunque sentía el dolor, también noté como salía su cabecita y luego el resto del cuerpo. Venía con una vuelta de cordón (igual que mi hija) pero en cuanto salió me lo pusieron encima y no me separé de él en ningún momento. Todas las pruebas iniciales las hicieron sin moverle de donde estaba. El resto de pruebas y exploraciones (peso, talla, prueba del talón, etc.), las hicieron en la misma habitación. Tuve a mi hijo a la vista en todo momento. No me hicieron episiotomía, no se subieron encima de mi barriga, tuve un desgarro grado II que no me ha dado ninguna molestia en ningún momento. El mismo día del parto pude ir yo sola al baño, ducharme sin problemas, coger a mi hijo y cambiarle el pañal sin necesidad de ayuda. ¡Qué diferencia de un parto a otro! Es cierto que empezó siendo provocado y, por tanto, no pude caminar durante la dilatación debido a los monitores y tuve una vía desde que entré hasta que di a luz, pero por lo demás, fue increíble. Volvería a vivirlo una y otra vez.
Él efectivamente nació pesando 2700 y con 46 centímetros, delgadito y chiquitito. Tenía pellejos por todos lados, cada vez que me acuerdo… No le valían los pañales de recién nacido que le habíamos llevado, le quedaban enormes, así que nos dejaron algunos pañales de bebés prematuros y esos ya le quedaban mejor. Salió del hospital pesando 2500. A día de hoy, dos meses después, pesa casi 5300 y mide 55 centímetros. Casi ha duplicado el peso con el que nació y es 9 centímetros más alto.
Está gordito y precioso. Es un niño sano, simpático y más bueno que el pan con nocilla. Sólo come y duerme. A diferencia de su hermana, él aguanta despierto una hora y media como mucho, después fácilmente se duerme dos horitas o algo más.
No puedo estar más encantada con mi niño, cada vez que me mira y me sonríe se me cae la baba. Parece mentira, pero se olvida una tan rápido de cómo es tener un bebé…  ya estaba acostumbrada a una niñita pequeña, que habla y se sabe expresar, a su manera, claro. Tenía ganas de estar de nuevo con un bebé y lo estoy disfrutando de otra manera, creo que mucho más, a pesar de tener menos tiempo y de no poder introducirme de lleno en el mundo del bebé, como pasó con mi hija. Pero lo disfrutas desde la experiencia que ya te ha dado tu primer hijo. Te tomas las cosas con más calma, estás más preparada para hacer frente a los problemas y esa tranquilidad que trasmites es muy importante para ellos, pues si tú estás bien, ellos estarán bien. Duermo con él desde que nació, así que ni mi hija ni mi marido (ni nuestros vecinos) le han escuchado llorar por las noches ni un solo día.
En fin, que estamos todos encantados con el nuevo miembro de la familia… ¿nos plantaremos ya? Quién sabe…

viernes, 29 de junio de 2012

Día mundial del sueño feliz

El 29 de junio es el Primer Día Mundial del Sueño Feliz. Este día ha sido declarado, no por ninguna organización particular sino por más de 1000 padres que han decidido acabar con todas aquellas teorías que están tan extendidas hoy en día sobre los métodos para hacer dormir a los niños, siendo el método Estivill el más famoso de ellos. Digo el más famoso porque, en realidad, este buen hombre no ha inventado nada, las tablas en las que él se basa para hacer dormir a un niño por si solo ya aparecieron en los años 50.

La idea de esta iniciativa, es conseguir que, a través de las redes sociales, se llegue al mayor número de personas posible para intentar demostrar que todo lo que estos métodos  provocan es un gran sufrimiento en los bebés y secuelas que pueden afectarle seriamente en su vida adulta.

Estoy totalmente en contra del método Estivill, me veo incapaz de escuchar llorar a mi hijo, de un mes y medio, hasta que, debido al agotamiento y al cansancio acabe rendido. Incluso hay casos en los que el bebé vomita y, al parecer, esto es totalmente normal, algo que puede ocurrir para llamar nuestra atención y conseguir que le acunemos (muy fuerte). Me pongo en su piel (si yo no soy capaz de hacerlo, ¿quién lo hará?) y pienso cómo me sentiría yo si alguien me hiciera eso. ¿Realmente seríamos capaces de hacerle eso a un adulto? ¿Podríamos hacer eso con nuestros abuelos, dejarles llorar en una habitación oscura, mientras nos llaman porque lo mismo tienen frío, calor, hambre o sed, hasta que se durmieran o dejaran de protestar? ¿O con nuestros padres? Es más, ¿lo haríamos con nuestra pareja? Si no lo haríamos con un adulto, ¿qué nos hace pensar que es lícito hacerlo con un bebé? Ellos solo tienen una forma de expresarse: el llanto. Y no lloran para molestar o para ver hasta dónde pueden llegar o porque les gusta hacerlo. Lloran porque tienen una necesidad que debe ser atendida.

Justo ayer, llegó a mis manos una entrada que hablaba de las consecuencias de la aplicación de este tipo de métodos desde el punto de vista de un niño. En este artículo, se realiza una regresión a través de la hipnosis y el paciente habla de un episodio en concreto que, entre otros, probablemente haya afectado a su vida adulta. Da que pensar...

Volviendo al tema que nos ocupa, lo que se pretende es que el hastag #DesmontandoaEstivill sea Trending Topic durante este día. Cada día hay más artículos (esta entrada es solo uno de ellos) que demuestran que lo que hay que hacer cuando un bebé llora, es atenderle. Parece mentira que tengamos que llegar al punto de tener que demostrar científicamente algo que, a mi entender, es tan evidente.

sábado, 9 de junio de 2012

Las rabietas

Hace prácticamente un mes que nació mi segundo hijo. Recuerdo que, antes de dar a luz, me preocupaba mucho cómo reaccionaría mi hija ante la llegada de su hermano: ¿tendría celos? ¿comenzaría a tener comportamientos más propios de cuando tenía un año? ¿se cogería muchos berrinches? ¿se sentiría desplazada? ¿aceptaría compartir la teta, hasta ahora exclusiva para ella, con otra personita a la que no conoce?

Lo que he podido observar en el transcurso de este mes es que a mi hija le encanta su hermano, no muestra ningún comportamiento agresivo hacia él. Es cierto que sus gestos, sus caricias y su manera de acercarse a él es menos cuidadosa que la de los adultos, pero eso no es porque vaya con intención de hacerle daño, es porque debido a su corta edad, no sabe hacerlo de otra manera (menudos golpes me da a mi en la cabeza cada vez que me peina, jeje). Pero por lo demás, le encanta estar con él, acariciarle, cogerle, darle besos, echarle crema, ayudarme a cambiarle el pañal... es más, una de las cosas que más me preocupaban era el tema del pecho. Hasta ese momento, el pecho era sólo para ella, lo tenía en exclusiva y, de pronto, tenía que compartir con otra persona, ¿lo aceptaría? Para mi sorpresa, no ha habido ningún problema. En cuanto mi hijo mama, ella viene corriendo para comer de la otra teta, imagino que será normal, ahora querrá hacer lo mismo que hace el bebé (ayer me dijo que le sacara los gases igual que lo hacía con el bebé). Incluso es capaz de esperar su turno cuando no puedo darle a los dos (a veces le gusta más y otras menos, pero espera) o de aceptar que tengo que dejar de darle el pecho cuando se va a dormir porque su hermano se ha despertado.

Eso sí, lo que tiene de manera frecuente (mínimo una vez al día, todos los días) son rabietas. En estos dos años, mi niña habrá cogido un par de rabietas, algo ocasional y casi siempre debido al cansancio. Pero desde que llegó su hermano son diarias y por los temas más triviales. Y esas rabietas son las que hacen que más rápido se agote la paciencia.
Un día fuimos los cuatro al pediatra y, cuando entré en la consulta con mi hijo pequeño, al poco rato, ella abrió la puerta y entró. Bueno, hasta aquí todo bien, pero no paraba de entrar y salir, así que en una de las veces que ella salió, yo cerré la puerta. La que lió, madre mía, la escuchaba gritar y patalear desde la consulta, así que opté por abrir de nuevo al puerta y dejarla pasar, pensando que de esta forma se le pasaría la chota. Qué equivocada estaba, siguió y siguió mientras estuve en la consulta, el pediatra cada vez tenía que hablar más alto y yo no le escuchaba nada. Salimos de la consulta con ella todavía llorando y se calmó cuando salimos del centro de salud. Aun no entiendo qué paso para que se pillara la que se pilló. Pero la cosa no termina ahí, a los cinco minutos, mi niño (que iba en el carrito y ella me ayudaba a llevarlo) comenzó a llorar. Así que le cogí para calmarle. Y ahí estalló de nuevo. Mi hija quería que le dejara en el carro porque le estaba llevando y, como no lo dejaba, comenzó de nuevo a gritar y a patalear. Entramos en un bar a tomar algo para que yo le diera el pecho al pequeño y, cuando ya salíamos del bar, su padre cogió el carro y... otro berrinche. Ella no quería que su padre llevara el carro. De camino a casa terminé llevándola a ella en brazos, pero también tenía que llevar el carro, algo que cada vez se hacía más difícil. Cuando mi marido cogió el carro que yo llevaba para que pudiera cogerla a ella mejor... otro berrinche.

Como os podéis imaginar, esa escasa hora y media que pasamos fuera de casa se convirtió en algo horrible. Cuatro berrinches en tan poco tiempo podían con la paciencia de cualquiera. Me pregunto si ella tendría estos berrinches de no estar su hermano, pues a partir de los dos años es cuando comienzan con esta fase.

Me he topado con un artículo escrito por Rosa Jové sobre las rabietas que quería compartir con vosotros. Me encanta esta mujer y su forma de ver la crianza y, tras leer este artículo, creo que mi comportamiento cambiará cuando mi hija vuelva a cogerse un berrinche.



viernes, 8 de junio de 2012

Estivill y su Duérmete niño

Cuando estás embarazada siempre te dicen que aproveches para dormir antes de que nazca el peque, porque después las horas de sueño están contadas. Esto es una realidad a medias, pues hay niños que desde bien pequeñitos son capaces de dormir varias horas seguidas. Lo que no hay que pensar es que, desde que nacen, ya deben dormir lo que los adultos consideramos "del tirón toda la noche", esto es, desde las diez hasta las ocho de la mañana. Esto difícilmente podrá hacerlo un bebé recién nacido, es más, seguramente no lo haga con un año ni con dos... Y, aunque conoceremos a mucha gente que tenga hijos que duermen muchas horas seguidas, no debemos preocuparnos ni extrañarnos si nuestro hijo no es capaz de aguantar lo que nosotros consideramos que debe aguantar. Los ciclos de sueño de un bebé o niño no son iguales a los de un adulto hasta que alcanza los seis años aproximadamente. Hasta ese momento, su ciclo es diferente, lo que favorece los despertares nocturnos. Recomiendo la lectura del libro "Dormir sin lágrimas" de Rosa Jové para entender un poco más los patrones de sueño de nuestros hijos.

Sin embargo, hay revistas, libros, conocidos, etc., que nos dicen que podemos enseñar a nuestro hijo de dos meses a dormirse él solito en la cuna y que, si se despierta, vuelva a dormirse sin necesidad de que estemos con él. Esto, así de entrada, a mi ya me resultaría sospechoso. ¿Enseñar a dormir a un bebé de dos meses? Es más, ¿qué es eso de enseñar a dormir? El dormir no es algo que tenga que aprenderse, es un proceso que va madurando a medida que lo va haciendo nuestro hijo. No se enseña a dormir de la misma manera que no se les enseña a respirar o a tragar, creo que es algo que el niño ya sabe hacer, lo único es que lo hace de forma diferente a como lo hacemos nosotros. El problema muchas veces no es que el bebé no duerma bien, es que no duerme como nosotros queremos que lo haga.
En esta línea (la de enseñar a dormir al bebé desde que, prácticamente, salen del vientre materno) se encuentra el libro Duérmete niño, de Estivill. He de reconocer que no lo he leido completo, sólo algunas partes, pues no comparto en absoluto las opiniones de este hombre. Bajo mi punto de vista, dejar llorar a un bebé de dos o tres meses hasta que vomite o se golpee contra la pared me parece una crueldad.

En el siguiente artículo, se desmontan los criterios de Estivill por una pediatra, está muy bien.
Desmontando a Estivill

Espero que poco a poco el éxito que tiene este libro comience a descender y que, si un niño o bebé llora, los padres sepan que pueden (y deben) consolarlo porque por hacerlo no le estan causando ningún daño irreparable.

¡Dulces sueños!

viernes, 1 de junio de 2012

Chuparse el dedo


Mi hijo de 21 días se ha chupado en varias ocasiones su dedito gordo y a mi me ha dejado alucinada. Aunque no sé por qué, pues ya en la barriga se chupaba el dedo. Cuando fuimos a hacernos la ecografía 4D ya le vimos hacerlo. La ginecóloga nos comentó que era algo raro que, siendo tan pequeño (26 semanas), pudiera llevarse el dedo a la boca, que eran muchos los que lo intentaban pero no todos lo conseguían. Mi hija tardó dos meses en llevarse el dedo pulgar a la boca y chuparlo, se ve que el pequeñajo es más adelantado en esto, jeje.

Pero, ¿por qué se chupan los bebés el dedo?

Esto resulta muy divertido cuando son pequeñitos, pero llega un momento, cuando ya tienen cuatro o cinco meses, en el que los comentarios que nos pueden llegar a hacer nuestros conocidos (y los que no lo son tanto, desgraciadamente) quizá nos resulten molestos. Se pasará de un “mira, qué gracioso, cómo se chupa el dedo” a “¡¡¡¿¿¿Pero se chupa el dedo???!!! Madre mía, pues no es nada bueno, ponle un chupete”.

Todos los bebés, cuando nacen, tienen el reflejo de succión muy fuerte. Esta necesidad deja de ser tan fuerte alrededor del octavo mes, por tanto, a esa edad, los niños que se chupan el dedo suelen dejar de hacerlo. Ahora bien, hay otros niños que siguen chupándose el dedo hasta que son más grandecitos.  Y el hecho de ponerles un chupete no garantiza que el niño no se chupe también el dedo.

Cuando un bebé está siendo amamantado y no utiliza otros sustitutivos del pecho (como el chupete) lo normal es que demande más veces para suplir este reflejo. Os comento que hay dos tipos de succiones, la succión nutritiva y la no nutritiva.

La succión nutritiva es aquella que alimenta al bebé, aquella en la que el bebé está recibiendo alimento y lo hace conscientemente, bien porque tiene hambre o sed.

La succión no nutritiva es aquella en la que el bebé no se está alimentando y sólo accede al pecho para calmarse, para estar cerca de mamá, para dormir… en fin, para todas estas acciones que no implican alimentarse.

Ambos tipos de succión son buenas para mantener y aumentar la producción de leche, así que si nuestr@ hij@ se chupa el dedo, podemos ponerle tranquilamente en el pecho, es bueno para el bebé y es bueno para nosotras. Lo que no debemos hacer es quitarle el dedo de la boca, pues cuanto más se lo quitemos, más querrá el llevárselo a la boca. Y, como decía al principio, es algo totalmente normal que suele desaparecer alrededor del octavo mes.

En mi caso, no quise ponerle chupetes a mi hija ni voy a ponérselos a mi hijo. Con mi hija, tuve muchos problemas con la lactancia y lo último que quería era que la cosa se complicara de nuevo si le ponía un chupete (la forma de succionar el pecho es diferente a la que se emplea para el chupete y eso, en ocasiones y si la lactancia no está bien establecida, puede confundir al bebé y terminar haciendo daño a su madre al intentar mamar igual que chupa el chupete) y con mi hijo directamente no lo voy a utilizar, aunque no tengo problemas con el pecho, realmente no es algo que vea necesario. Al fin y al cabo, el chupete no deja de ser una imitación del pecho y, si yo el doy teta, ¿para qué quiero un chupete? Además, todo el tiempo que el bebé está con el chupete es tiempo que no succiona el pecho (ya sea succión nutritiva o no) y, por tanto, se pierden muchas oportunidades de seguir produciendo leche.

Con respecto al daño que pueda llegar a ocasionar en la boca, si es peor el dedo o el chupete, hay muchas opiniones al respecto. Lo que sí puedo decir es que mi hija a los ocho meses dejó de chuparse el dedo. Quizá si hubiera utilizado un chupete, todavía seguiría con él. De todas formas, creo que los posibles problemas que puedan derivarse de chuparse el dedo o de utilizar el chupete dependerán también de cada niño. Por ejemplo, yo estuve tomando biberón hasta los seis años (que se dice pronto) y no he tenido nunca problemas con la dentición, es más, siempre he ido más adelantada que el resto de las niñas de mi edad, no tengo los dientes torcidos ni he necesitado aparato.

Chuparse el dedo es algo natural en los bebés, así que no nos agobiemos demasiado con ello y disfrutemos viéndoles en un gesto tan divertido J

miércoles, 30 de mayo de 2012

Tutores legales


He tenido el blog un poco abandonado este último mes, porque hace 19 días fui de nuevo mamá. Mi niño vino al mundo el 11 de mayo y desde ese día sólo he tenido tiempo para él y para su hermana. Pero no quería dejar pasar la ocasión de hablar de un tema en el que llevo pensando un tiempo, en concreto desde que me quedé embarazada de mi hijo: los tutores legales.

Por regla general nadie piensa que vaya a sucederle algo, pero cuando se tienen niños menores, hay que intentar tener todo bien atado para evitarles a ellos todos los problemas posibles si algo malo llega a ocurrirle a los padres.

Hoy en día, si los menores no están desamparados ni dependen de una persona mayor de edad con alguna deficiencia, en realidad los tutores legales carecen de sentido. Éstos entran en juego cuando los dos progenitores fallecen o bien se encuentran en una situación en la que no pueden tomar decisiones coherentes. Sin embargo, el establecimiento de unos tutores legales sólo puede hacerse mediante testamento o documento notarial. Esto es, tenemos que acudir a un notario para gestionar este trámite.

En muchas ocasiones, existen malas relaciones con algunos miembros de la familia y no queremos que ellos puedan tener algún tipo de poder sobre nuestros hijos. Lo primero que me ha dicho la abogada con quién he consultado este tema es que los familiares no pueden quedarse con los niños tan alegremente si nosotros fallecemos, a no ser que vayan por vía judicial y demuestren (porque hay que demostrarlo y eso no siempre es fácil) que ellos son las personas indicadas para quedarse con nuestros hijos.  Sin embargo, ¿por qué dejar esto al aire si puede solucionarse de una manera fácil y rápida a través de un testamento?

Los tutores legales tienen el deber de proporcionar alimento y una educación integral a nuestros hijos, así como protegerlos y velar por sus intereses. Además, no pueden internarles en sanatorios o cualquier otra institución ni vender sus bienes sin un permiso judicial. Por tanto, quedan bastante protegidos. Sin embargo, las personas que nombremos tutores legales pueden, llegado el momento, renunciar a esta tutela.

Hay que tener en cuenta que los tutores legales sólo sirven cuando los dos padres fallecen, por tanto, si se está divorciada, no se puede establecer ningún tutor. Si el progenitor que tiene la custodia fallece, ésta pasa automáticamente al otro progenitor vivo. Nada se puede hacer en esos casos aunque nos llevemos fatal con nuestra ex pareja y su familia.

La tutela legal finaliza cuando los tutelados adquieren la mayoría de edad o fallecen.

Creo que hacer testamento y establecer unos tutores legales cuando se tienen hijos menores de edad es algo que todos deberíamos hacer, pues nunca se sabe y tener estas cosas establecidas seguramente facilite mucho todo. Aún me queda saber cuánto cuesta aproximadamente el hacer testamento, pero según me ha dicho la abogada, podrían ser unos 40 euros cada uno, 80 en total, un importe que se puede asumir.

Nunca se sabe qué es lo que pasará en un futuro, aunque ahora todas las relaciones parezcan buenas, pueden llegar a torcerse en un momento dado. ¿Nos gustaría que lo que más queremos en el mundo, nuestros hijos, puedan llegar a quedar en manos de gente que no es la más indicada?

viernes, 27 de abril de 2012

Montando la tarta de Pocoyó

    Y este es el resultado de mucho esfuerzo ....

Como hacer la tarta de pocoyo

Antes de montar la tarta, deberíamos tener preparado un almíbar con el que rociaremos el bizcocho antes de ponerle el relleno. De esta forma, no aseguramos de que quede jugoso aun con el paso de los días. Para hacer el almíbar, si mal no recuerdo, hay que poner en un cazo la misma cantidad de agua que de azúcar (por ejemplo, 100 ml de agua y 100 gramos de azúcar) y calentarlo. Cuando hierva, se baja y se deja que reduzca durante cinco o diez minutos. Antes de retirarlo del fuego, podéis echarle alguna esencia, en mi caso, utilicé la de azahar, que me encanta el sabor que le da. Lo dejáis enfriar mientras hacéis los siguientes pasos.

No sé si llegué a comentarlo en la entrada del bizcocho bicolor, pero mi idea era hacer dos tartas del mismo tamaño para poder ponerle los dos rellenos que había preparado.
Lo primero que aconsejo que hagáis es quitarle el “copete” a las tartas. El copete es la parte superior, suele subir más que el resto de la tarta y, de esta forma, conseguimos que esté igual. En mi caso, no subieron mucho y no había mucha diferencia, pero aun así la quité. Lo mejor para quitarla es utilizar un cuchillo de sierra e ir poco a poco, para igualarla lo mejor posible sin retirar demasiado bizcocho. Una vez retirado el copete y para asegurarnos que la superficie del bizcocho está totalmente lisa, lo mejor es darle la vuelta.







Una vez hecho esto, tenemos que partir el bizcocho por la mitad, para rellenarlo. Hay herramientas específicas para hacer esto, pero yo lo hice con el cuchillo de sierra y despacio. No quedó por igual, pero bueno, al final se acopla y no se nota demasiado.


Una vez partida y antes de separarla, lo mejor es poner un par de palillos para que, cuando tenemos que montarla de nuevo, sepamos dónde tiene que ir exactamente. De esta forma, el corte queda mucho mejor. Los palillos no se quitan hasta que no esté montada de nuevo, con relleno y todo.




Llegados a este punto, levantamos la mitad superior para poder rellenar, cosa que haremos sobre la mitad inferior. Antes de poner el relleno, tenéis que echarle el almíbar al bizcocho. No os cortéis, debería quedar bien empapadito (sin estar calado, claro). Después del almíbar, añadimos el relleno, por ejemplo, el de chocolate negro. Es mejor que estos rellenos los saquéis de la nevera unas horas antes, para que estén a temperatura ambiente y os resulte más sencillo de manejar. Antes de echarlo en la tarta, removerlo un poco con una cuchara o tenedor o incluso con unas varillas, para montarlo.


El relleno no debe ser muy escaso pero tampoco muy exagerado, para que no resulte muy empachoso. En una página web leí que lo ideal es que el relleno sea la mitad de la parte del bizcocho sobre la que lo estamos colocando. No sé si me he explicado bien, en este caso, el relleno de chocolate debería ser la mitad de la parte inferior del bizcocho. La verdad es que yo no me puse a calcularlo ni a medirlo, simplemente, le puse casi todo lo que había hecho de relleno, jejeje.


Cuando ya tengamos puesto el relleno, colocamos la mitad inferior de nuevo encima, asegurándonos de que los palillos están alineados. Sobre esta mitad, volvemos a echar el almíbar e incorporamos el ganache de chocolate blanco. En este caso, el chocolate había quedado muy líquido, así que lo que tuve que hacer fue batirlo con unas varillas eléctricas hasta que tuvo la consistencia que quería. Después, lo extendí igual que con el chocolate negro.

Llegados a este punto,os habréis dado cuenta de que nos falta tarta, hay que poner otra mitad de bizcocho encima del relleno de chocolate blanco. Pues bien, esta mitad que nos falta es la que sacaremos del segundo bizcocho. Por tanto, repetimos la operación del principio, quitamos el copete, intentando que quede lo más liso posible y partirmos el bizcocho por la mitad, procurando que nos quede del mismo tamaño que los otros dos.  La mitad que no utilicemos en esta preparación, la dejamos para los desayunos o meriendas o incluso para ir picando mientras hacemos la tarta, que es lo que hice yo J
Ponemos sobre el relleno la mitad del bizcocho, utilizad la mitad inferior, dejando en la parte superior (que es la que llevará las figuritas y la que se verá) lo que está más liso, pues es lo que estaba sobre el molde del bizcocho.
Y, de nuevo, agregad el almíbar en la parte superior, si cae por los lados no hay ningún problema, más rico y jugoso quedará.
Ahora llega el momento de echar sobre la tarta el “pegamento” que hará que el fondant no se mueva de la tarta. Se pueden emplear muchas preparaciones para esto, dulce de leche, nutella, ganache de chocolate… pero yo utilicé una buttercream de mantequilla que ya había preparado para la tarta de cumpleaños de mi madre. Lo bueno que tiene esta buttercream es que, al ser blanca, no importa que el fondant se manche, pues no se nota. Si fuese de chocolate, tendríamos que tener aun más cuidado a la hora de colocar el fondant sobre nuestra tarta.
La receta para preparar el buttercream de mantequilla la saqué de internet, os dejo aquí el enlace donde viene muy bien explicado todo.
Es conveniente dejar a temperatura ambiente el buttercream para poder trabajar con él. Antes de echarlo sobre el bizcocho hay que rebajarlo con un poco de líquido (leche, licor, etc., yo opté por leche al ser una tarta para mi niña) y batirlo hasta que quede una textura cremosa. Después se aplica por toda la tarta, de forma que los pequeños huecos que hayan podido quedar o las migas, en fin, todas las imperfecciones que pueda tener nuestro bizcocho, se cubran. Esta buttercream se endurece pasado el tiempo, así que después podremos pasarle una servilleta o algo con la mano para terminar de alisar por completo la superficie de la tarta y los lados. Tened en cuenta que sobre ella irá el fondant y si hay migas o picos, se notará.



Este es el resultado final. En este caso, lo que hice fue realizar todos estos pasos durante la tarde del sábado y metí la tarta en la nevera toda la noche. Al día siguiente ya la recubrí con el fondant y le puse los muñequitos, que hice durante la noche, cuando mi hija ya se fue a la cama.

Bien, para cubrirla con el fondant, primero hay que sacarlo de la nevera y dejarlo a temperatura ambiente para que se ablande. Lo que yo hice además fue meterlo en el microondas para que estuviera más elástico y me fue fenomenal. No os paséis con el tiempo, ponerlo diez segundos y comprobad la consistencia. Si sigue muy duro, otros diez, hasta que pueda manejarse.

Sobre una superficie limpia y con azúcar glass, empezáis a estirar el fondant. Se trata de ir poco a poco estirando y girándolo, para que nos vaya quedando lo más redondo posible y por todos los lados igual.


Para estirarlo, hay utensilios concretos, pero yo utilizo un rodillo normal y corriente. Con paciencia, el resultado final será más o menos como este (a mi no me quedó muy redondo que digamos, jeje).



Para saber si el fondant cubrirá nuestra tarta, basta con fijarse en el rodillo. Por ejemplo, si la tarta tiene la longitud del rodillo, nuestro fondant debería estar estirado dicha longitud más los extremos del rodillo (la parte por donde lo agarramos).

Cuando ya está estirado, con mucho cuidado, colocamos el fondant sobre la tarta, procurando centrarlo y vamos presionando desde el centro hacia los lados suavemente, para que no queden arrugas ni pliegues ni nada. Lo mismo hacemos con los laterales, siempre con la palma de la mano y hacia abajo. Hay muchos vídeos en internet donde se ve mucho mejor que explicado con palabras.



Cuando ya tengamos toda la tarta cubierta, recortamos el fondant sobrante. De nuevo, existen cortadores específicos, yo utilicé un cuchillo y lo fui haciendo poco a poco.


Y ya en este punto, sólo falta ponerle los muñecos por encima, así como todos los adornos que queráis realizar. Para pegar los muñecos, basta con un poco de agua.


Lo mejor, sin lugar a dudas, la cara de mi niña cuando la vio, solo por eso mereció la pena todo el tiempo dedicado y el cansancio de ese día, ¡¡¡fue genial!!! ¡¡¡Animaos a hacerla!!!

En otra entrada os comentaré dónde compré los ingredientes para hacer los muñecos. Desgraciadamente, no pude hacer fotos de todo el proceso de modelado ni tampoco un video, que creo que es donde mejor se vería, porque era de madrugada y no tenía a nadie que lo hiciera. De todas formas, no es que sea una experta en este tipo de modelaje, así que quizá tampoco os hubiera servido de mucho, jeje. Lo que hice fue buscar en internet las imágenes de los muñecos e intentar hacerlas lo más parecidos posible.

lunes, 26 de marzo de 2012

Bizcocho bicolor

Bueno, pues ha llegado el momento de hacer el bizcocho. En mi caso, aunque había pensado hacerlo cuadrado, decidí en último momento dejarlo redondo (es como tengo los moldes) porque perdía mucho bizcocho y al final se quedaba la tarta muy pequeñita, y no sabría si me cabrían todos los muñecos.
Mi idea era hacer un bizcocho bicolor, que queda tipo cebra, como a rayas y así le daba un aspecto un poco más original. La receta del bizcocho es muy sencilla y es la que he hecho siempre, queda muy jugosa, muy rica y las medidas son muy fáciles de recordar. Poco a poco iré experimentando con otros tipos de pasteles.
En realidad, parece ser que, cuando se trabaja con bizcochos que van a ir con fondant y con peso, conviene que el bizcocho no sea esponjoso, porque puede no resistir bien el peso. En mi caso, no he tenido problemas haciéndolo jugoso, así que aquí os lo dejo.
·         Ingredientes.
3 huevos.
1 yogur de limón (natural, macedonia, plátano).
Harina.
Azúcar.
Aceite de girasol.
Levadura.

·         Preparación.
Lo primero es precalentar el horno a 180º con calor arriba y abajo.  
A continuación, tenemos que vaciar el contenido del yogur en un bol. Las medidas que vamos a emplear son las del yogur, así que lo primero es dejarlo vacío y limpio.

Cascamos los tres huevos en un bol y agregamos dos medidas de yogur de azúcar.


Batimos bien los huevos con el azúcar durante un buen rato. Se trata de que los huevos aumenten de tamaño y cambien de color, a una tonalidad mucho más clara. Con esto, se consigue que el bizcocho sea más esponjoso, pues se le añade mucho aire mientras se baten los huevos.


A continuación, añadimos el yogur y lo mezclamos todo bien. Si el yogur no es de sabores, lo que podemos hacer es añadir el zumo de medio limón o la ralladura del mismo, para darle un poco de sabor. Lo siguiente es añadir la harina. En total, tenemos que añadir tres medidas del yogur. Vamos añadiendo una a una, mezclando bien antes de añadir la siguiente y tamizándola previamente (pasándola por un colador). Cuando echemos una de las medidas de harina, añadimos también un sobre de levadura.

Cuando esté todo mezclado, añadimos una medida de yogur de aceite de girasol y lo mezclamos todo bien.
Cuando esté todo mezclado, separamos la masa en dos y a una de ellas le añadimos un par de cucharadas de chocolate puro valor en polvo, previamente tamizado.

Se trata de tener la misma cantidad de masa en los dos boles, aunque tampoco nos debemos obsesionar mucho con eso, ya veréis por qué.

Preparamos el molde del bizcocho. Para ello, lo engrasamos bien con mantequilla y le añadimos harina, removiendo bien para que todo el molde esté enharinado y así no se nos pegue la masa en el horno.
Añadimos una cucharada de masa “blanca” y, sobre ella, una cucharada de masa de chocolate.

Poco a poco, vamos añadiendo una cucharada de masa “blanca” y otra de chocolate, hasta que acabemos con ambas. Cada cierto tiempo, vamos moviendo el molde para que la masa se distribuya por igual por todos los lados. Al final, este será el resultado, poco más o menos.

Como comentaba antes, no pasa nada si al final tenemos más cantidad de masa de un color que de otro, en mi caso, terminé con mucha más masa de chocolate y se quedó todo el centro de choco, pero bueno, no hay problema.
Metemos el bizcocho en el horno y lo dejamos como unos 45 minutos. Pasado este tiempo, comprobamos si está terminado, pinchando con un palito. Si sale seco, la tarta está hecha. Si sale húmedo, lo dejamos un poquito más. Es importante que, antes de estos 45 minutos, no abramos el horno, para evitar que se baje el bizcocho.
¡Otro paso terminado!


domingo, 25 de marzo de 2012

Ganache de dos chocolates

En este proceso de preparación de la tarta de cumpleaños de mi peque, el siguiente paso a realizar es el relleno del bizcocho. Esto, al igual que cuando hice la tarta de cumpleaños de mi madre, se puede preparar unos días antes (dos, por ejemplo, es lo que he hecho yo) y eso que nos ahorramos.
El relleno va a ser un ganache de chocolate negro y otro de chocolate blanco, para que la tarta tenga los dos colores. La preparación es la misma, lo único que cambia es el chocolate.
·         Ingredientes.
Para el ganache de chocolate negro:
200 gramos de chocolate negro especial postres.
200 ml de nata (más del 35% de materia grasa).
Para el ganache de chocolate blanco:
200 gramos de chocolate blanco.
200 ml de nata (más del 35% de materia grasa).

En realidad es muy sencillo de recordar, porque para hacer un relleno con consistencia (como es en este caso) se trata de utilizar la misma cantidad de chocolate que de nata.
·         Preparación.
Ponemos en un bol el chocolate negro partido en trozos y en otro bol el chocolate blanco, también partido en trozos.

Ponemos en un cazo 200 ml de nata y lo ponemos a calentar, sin dejar que hierva. Cuando la nata esté caliente la echamos sobre uno de los boles y removemos hasta que el chocolate se deshaga del todo.
Una vez finalizado con un bol, hacemos lo mismo con el otro. Calentamos los 200 ml de nata correspondientes hasta que esté caliente, sin llegar a hervir, y lo echamos sobre el chocolate. Removemos hasta que se deshaga.
Cuando el chocolate esté frío, se tapa con papel film y se mete en la nevera. El día que vayamos a utilizarlo, lo sacamos unas horas antes, para que esté a temperatura ambiente y podamos trabajarlo sin problemas.

Lo que noté con el relleno de chocolate blanco es que se quedó bastante más líquido que el de chocolate negro.  
Esto tiene fácil solución. Cuando lo vayamos a utilizar y esté ya a temperatura ambiente, lo montamos con unas varillas hasta que adquiera la consistencia que queramos. El chocolate blanco tarda un poco más en montar que el negro, pero se queda perfecto, con una consistencia ideal para rellenar el pastel.
¡¡¡Rico!!!

jueves, 22 de marzo de 2012

Fondant de nubes

Dentro de unos días es el cumpleaños de mi pequeña, dos añitos ya, y he pensado en hacerle una tarta especial, una tarta de Pocoyó. Está emocionada con la idea y me lo repite cada día, así que no puedo fallarla.
Lo primero que voy a hacer es preparar un fondant blanco de nubes (tengo también uno rosa que hice hace algo más de un mes para el cumpleaños de mi madre). De ahí la entrada, voy a intentar hacer un paso a paso de la tarta, por si alguien se anima a hacerla. Mi idea es hacer la tarta cuadrada, recubrirla con fondant blanco (pues en el mundo de Pocoyó todo es blanco) y luego darle color con los muñecos de Pocoyó, Elly, Pato y Pulpo. Le pondré también algunos trozos de fondant de color con forma de corazón, de estrella, quizá haga una pelota, no sé, lo que se me vaya ocurriendo. Es la primera vez que voy a hacer una tarta de este tipo, con muñecos en tres dimensiones, así que no sé cómo saldrá, pero bueno, todo sea por ver su carita cuando esté terminada.
A lo que vamos, la receta del fondant de nubes. Hay muchísimas páginas web donde encontraréis el paso a paso incluso con vídeo, yo aquí lo dejaré con fotos.
Los ingredientes son muy básicos:
-          Nubes (podéis comprarlas en cualquier Alcampo, las venden en bolsas de 200 gramos y vienen tanto de color blanco como de color rosa).
-          Azúcar glass.
-          Mantequilla.
-          Aromatizante.
En realidad, el aromatizante es opcional. Yo compré un bote de esencia de azahar y me encanta el sabor que le da, así que es lo que utilizo.
Las medidas también son muy sencillas: doble de azúcar glass que de nubes. En mi caso, utilicé 400 gramos de nubes, así que fueron necesarios 800 gramos de azúcar glass. Seguramente tenga de sobra con esa cantidad, pero no me quiero quedar corta en un caso así. Como el fondant dura fácilmente un par de meses o más, ya le daré uso.
PASO A PASO.
Lo primero que tenemos que hacer es pesar las nubes que vamos a utilizar para realizar el fondant. Como comento, yo he utilizado 400 gramos de nubes de color blanco.

A continuación, pesamos el azúcar glass, recordando que debe ser justo el doble del peso de las nubes. En mi caso, 800 gramos de azúcar.


Una vez pesado, ponemos las nubes en un bol resistente al microondas que previamente habremos engrasado bien con mantequilla. Añadimos la esencia que queramos, una cucharadita, lo suficiente para humedecer las nubes sin que queden empapadas. Además, las esencias suelen tener mucho sabor y aroma, así que con una cucharada será suficiente para esta cantidad. Si no queremos o no tenemos esencia, añadimos agua.

Metemos el bol en el microondas para fundir las nubes. Lo mejor es hacerlo poco a poco, para evitar que se quemen, así, lo vamos haciendo en intervalos de treinta segundos. Pasados los treinta segundos, sacamos el bol, movemos las nubes y volvemos a introducirlo, hasta que se fundan totalmente.




Cuando ya estén fundidas las nubes, es hora de ir añadiendo el azúcar poco a poco. Lo que yo hice fue añadir azúcar glass en la superficie donde iba a trabajar las nubes (la encimera que veis en la foto) y echar encima las nubes fundidas, directamente. Es importante que la superficie de trabajo tenga azúcar suficiente, pues se pega la mezcla con mucha facilidad. Poco a poco vamos agregando todo el azúcar, mientras amasamos la mezcla. Al final queda una masa compacta pero un poco elástica. Si no llegáis a echar todo el azúcar no habría mucho problema, porque a la hora de amasar el fondant para recubrir la tarta, siempre se puede añadir más. Lo difícil es cuando nos pasamos con el azúcar, que entonces parece ser que se vuelve una masa con la que es imposible trabajar.

La masa debería quedar más o menos así, como veis en la foto.
Como hacer fondant de nubes

Para guardarla, lo que hice en su día y lo que he vuelto a hacer ahora es engrasar el fondant con mantequilla bien por todos los lados y envolverla muy bien en papel film. Después, a la nevera. Es cierto que se endurece mucho con el frío, para trabajarla es mejor sacarla un poco antes y darle un golpe de calor con el microondas para poder amasarla y estirarla bien.
Para que os hagáis una idea, así quedo la que le hice a mi madre. El fondant lo hice de la misma manera y la preparé un día antes.

El fondant rosa lo hice de la misma manera, pero con las nubes rosas que venían en la bolsa. Los detalles de las hojas y las rosas son comprados, no me atrevía a hacerlos yo. La verdad es que quedó riquísima, fue todo un triunfo y a mi madre le encantó.
¡¡¡Estoy deseando hacer la de mi pequeña!!!

domingo, 18 de marzo de 2012

El arte del colecho

Cuando me inicié en esto de la maternidad, cuando buscaba en internet algo relacionado con la lactancia, casi siempre aparecían vinculadas palabras como porteo y colecho. No tenía ni idea de lo que significaba ninguna de las dos, aunque en esta entrada me centraré en el colecho.
El colecho es una práctica en la que los bebés o niños duermen en la misma cama que sus padres. Cuando nuestro bebé nace, lo más cómodo suele ser tenerle con nosotros en la habitación, por aquello de la frecuencia en los despertares. Poco a poco, a medida que el bebé crece y aumenta el tiempo que pasa dormido por la noche, muchos padres nos decidimos a cambiar a nuestro hijo de habitación y llevarle a la suya. Sin embargo, creo que todas las madres tenemos esa  inquietud al tener a nuestro bebé lejos de nosotras. ¿Quién no ha ido más de una vez a la cunita del bebé en la otra habitación para echarle un vistazo y ver “que respira”? Realmente creo que nuestros instintos más primarios nos hacen desear que nuestros hijos estén con nosotras en la misma habitación pero muchas veces la presión social o las opiniones de familiares y/o amigos nos hacen separarlos de nuestro lado.
La decisión de dormir con los hijos es algo que sólo concierne a los padres, a nadie más. Muchos padres deciden practicar el colecho desde el principio y otros, como fue mi caso, comienzan a partir de un momento dado, en el que los despertares aumentan y resulta mucho más cómodo tener al bebé cerca que levantarse  de la cama e ir a su habitación quince veces durante la noche.
He de decir que al principio me daba mucho miedo dormir con ella en la misma cama, por todo lo que me habían dicho al respecto sobre la posibilidad de aplastarla y asfixiarla mientras duermes. Poco a poco, a medida que leía al respecto, supe que rara vez ocurre esto y que suele recomendarse que no se duerma con los bebés cuando la madre está sometida a una medicación muy fuerte, está muy cansada o ha bebido, fumado o tomado drogas. Es mucho más peligroso quedarse dormido con el bebé en el sofá, porque puede quedar atrapado entre los cojines o en cualquier recoveco.
Practicar el colecho tiene muchas ventajas y una de ellas recae directamente sobre la lactancia materna, pues los bebés que duermen con su madre suelen mamar más frecuentemente que los que están en otra habitación, lo que favorece el buen asentamiento de la lactancia y la producción de leche. Las tomas nocturnas, y más al principio, son de las más importantes. Se crea una especie de conexión entre la madre y el bebé que permite que la mamá sea más consciente de las necesidades del bebé, incluso antes de que este se despierte, de manera que nos ahorramos llantos nocturnos.
Según mi experiencia, puedo decir que el colecho fue una decisión que tomamos porque mi hija se despertaba muchísimas veces durante la noche (como comenté en esta entrada) y realmente era muy cansado estar con ella en brazos dándole el pecho. He de decir que, en mi caso, no soy de las madres que se duermen mientras su bebé está al pecho, si ella mama cinco o seis veces por la noche y está al pecho diez minutos cada vez, en total yo estoy mínimo una hora despierta. Pero aun así, compensaba, porque no tenía que levantarme. En muchas ocasiones, ella ni siquiera llegaba a llorar, porque en cuanto se removía buscándome, yo sacaba el pecho y ella se enganchaba y aquí paz y después gloria. Es totalmente cierto que llega un momento en el que te despiertas antes de que lo haga el bebé y yo he comprobado que mi respiración va muy acompasada con la suya. Estas noches que está con bronquitis y respira peor a mi me ocurre lo mismo. Es realmente muy curioso.
Y ahora que está siendo más mayorcita, alguna que otra noche se ha acercado a mi, me ha abrazado varias veces hablando bajito y diciendo: “mamá, mamá”, y eso realmente es una pasada. Y ver cómo se despierta cada mañana y me dice: “Hola mamá”… qué puedo decir, no tiene precio, realmente merecen la pena las posturas incómodas o las malas noches que en muchos momentos hemos tenido si luego te premia con estos detalles. Además, sé que esto es algo temporal, que dentro de un tiempo no querrá dormir conmigo, así que ahora aprovecho todo lo que puedo.
Y como en todos los aspectos de la vida, hay que ponerle un poco de humor al colecho. Cuando veáis las fotos, lo entenderéis. Hay veces que es dificilísimo encontrar una postura cómoda cuando se duerme con un bebé. Estas ocho posturas del colecho son muy divertidas y han sido creadas por el autor del blog How to be a dad:

El arte del colecho


Pero de todas formas, el colecho no es algo obligatorio ni imprescindible, si a la familia le va bien, perfecto. Si decide no hacerlo, es igual de respetable.