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martes, 17 de julio de 2012

El nuevo miembro de la familia


Hace ya dos meses que hay un nuevo miembro en la familia y aun no he escrito nada sobre él ni sobre las circunstancias en las que vino al mundo. Creo que ya es hora de hacerlo, ¡que él se lo merece!

Mi hijo nació el 11 de mayo a las 17:45. Fue un parto inducido, debido a que no estaba aumentando de peso y el pobre tenía medidas de un bebé cuatro semanas más pequeño. Todo el embarazo fue en esa línea, todas las medidas indicaban que nacería delgadito, pero las últimas semanas estuve más controlada, con monitores prácticamente cada semana y con ecografías cada semana o diez días para ir mirando el peso. El día 9 de mayo fue el último día que fui a monitores y en la ecografía me comentaron que el peso estimado era de 2700, bastante delgadito, y que el doppler estaba muy justito, vamos, que no le estaba llegando el alimento correctamente y que, llegados a ese punto, a dos días de cumplir las 40 semanas, lo mejor era sacarlo para que creciera fuera. Tengo que reconocer que me puse muy nerviosa, no era la idea que yo llevaba. Con la experiencia del primer parto, quería que este fuera lo más natural posible y una inducción no era algo muy natural que digamos. Pero lo primero es lo primero y si mi hijo tenía que salir ya, pues había que hacerlo.
Todo el proceso comenzó a las ocho de la tarde del día 10 de mayo, con una gasa de prostaglandinas, que introducen para que el cuello del útero se vaya ablandando. Provoca contracciones, pero eran muy irregulares y no dolorosas, vamos, como las que ya sentía las últimas semanas antes del parto. Estuve desde las ocho de la tarde con monitores en una sala de dilatación. Al día siguiente, a eso de las siete y media, me pusieron la segunda gasa. Durante la mañana las contracciones empezaron a ser mucho más molestas, sin llegar a ser dolorosas del todo, pero sí incómodas. A la una por fin me dieron un respiro y me quitaron los monitores. No había dilatado nada, apenas estaba de dos centímetros, y me dejaron ducharme y comer tranquila antes de empezar con la oxitocina. Empezaron como a las tres de la tarde y cada cuarenta y cinco minutos, venían a aumentar un poco la dosis. A las cuatro y media, volvieron a aumentarla y a los diez minutos, las contracciones comenzaron a ser muy dolorosas, así que llamé para que me pusieran la epidural. Pararon la oxitocina, pero el proceso ya había arrancado y las contracciones siguieron de manera muy seguida y muy dolorosa. Me pusieron la epidural a eso de las cinco y cuarto, pero ya no me hizo efecto. Notaba la parte derecha algo más dormida, pero seguía sintiendo el dolor de las contracciones. A las cinco y media me exploraron y ya estaba dilatada del todo. Era increíble, una hora antes también me había explorado y estaba de tres centímetros. En quince minutos, mi niño venía al mundo. Tuvieron que ayudarnos un poco con ventosa, porque él no estaba soportando bien las contracciones, pero fue increíble. Aunque sentía el dolor, también noté como salía su cabecita y luego el resto del cuerpo. Venía con una vuelta de cordón (igual que mi hija) pero en cuanto salió me lo pusieron encima y no me separé de él en ningún momento. Todas las pruebas iniciales las hicieron sin moverle de donde estaba. El resto de pruebas y exploraciones (peso, talla, prueba del talón, etc.), las hicieron en la misma habitación. Tuve a mi hijo a la vista en todo momento. No me hicieron episiotomía, no se subieron encima de mi barriga, tuve un desgarro grado II que no me ha dado ninguna molestia en ningún momento. El mismo día del parto pude ir yo sola al baño, ducharme sin problemas, coger a mi hijo y cambiarle el pañal sin necesidad de ayuda. ¡Qué diferencia de un parto a otro! Es cierto que empezó siendo provocado y, por tanto, no pude caminar durante la dilatación debido a los monitores y tuve una vía desde que entré hasta que di a luz, pero por lo demás, fue increíble. Volvería a vivirlo una y otra vez.
Él efectivamente nació pesando 2700 y con 46 centímetros, delgadito y chiquitito. Tenía pellejos por todos lados, cada vez que me acuerdo… No le valían los pañales de recién nacido que le habíamos llevado, le quedaban enormes, así que nos dejaron algunos pañales de bebés prematuros y esos ya le quedaban mejor. Salió del hospital pesando 2500. A día de hoy, dos meses después, pesa casi 5300 y mide 55 centímetros. Casi ha duplicado el peso con el que nació y es 9 centímetros más alto.
Está gordito y precioso. Es un niño sano, simpático y más bueno que el pan con nocilla. Sólo come y duerme. A diferencia de su hermana, él aguanta despierto una hora y media como mucho, después fácilmente se duerme dos horitas o algo más.
No puedo estar más encantada con mi niño, cada vez que me mira y me sonríe se me cae la baba. Parece mentira, pero se olvida una tan rápido de cómo es tener un bebé…  ya estaba acostumbrada a una niñita pequeña, que habla y se sabe expresar, a su manera, claro. Tenía ganas de estar de nuevo con un bebé y lo estoy disfrutando de otra manera, creo que mucho más, a pesar de tener menos tiempo y de no poder introducirme de lleno en el mundo del bebé, como pasó con mi hija. Pero lo disfrutas desde la experiencia que ya te ha dado tu primer hijo. Te tomas las cosas con más calma, estás más preparada para hacer frente a los problemas y esa tranquilidad que trasmites es muy importante para ellos, pues si tú estás bien, ellos estarán bien. Duermo con él desde que nació, así que ni mi hija ni mi marido (ni nuestros vecinos) le han escuchado llorar por las noches ni un solo día.
En fin, que estamos todos encantados con el nuevo miembro de la familia… ¿nos plantaremos ya? Quién sabe…