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sábado, 9 de junio de 2012

Las rabietas

Hace prácticamente un mes que nació mi segundo hijo. Recuerdo que, antes de dar a luz, me preocupaba mucho cómo reaccionaría mi hija ante la llegada de su hermano: ¿tendría celos? ¿comenzaría a tener comportamientos más propios de cuando tenía un año? ¿se cogería muchos berrinches? ¿se sentiría desplazada? ¿aceptaría compartir la teta, hasta ahora exclusiva para ella, con otra personita a la que no conoce?

Lo que he podido observar en el transcurso de este mes es que a mi hija le encanta su hermano, no muestra ningún comportamiento agresivo hacia él. Es cierto que sus gestos, sus caricias y su manera de acercarse a él es menos cuidadosa que la de los adultos, pero eso no es porque vaya con intención de hacerle daño, es porque debido a su corta edad, no sabe hacerlo de otra manera (menudos golpes me da a mi en la cabeza cada vez que me peina, jeje). Pero por lo demás, le encanta estar con él, acariciarle, cogerle, darle besos, echarle crema, ayudarme a cambiarle el pañal... es más, una de las cosas que más me preocupaban era el tema del pecho. Hasta ese momento, el pecho era sólo para ella, lo tenía en exclusiva y, de pronto, tenía que compartir con otra persona, ¿lo aceptaría? Para mi sorpresa, no ha habido ningún problema. En cuanto mi hijo mama, ella viene corriendo para comer de la otra teta, imagino que será normal, ahora querrá hacer lo mismo que hace el bebé (ayer me dijo que le sacara los gases igual que lo hacía con el bebé). Incluso es capaz de esperar su turno cuando no puedo darle a los dos (a veces le gusta más y otras menos, pero espera) o de aceptar que tengo que dejar de darle el pecho cuando se va a dormir porque su hermano se ha despertado.

Eso sí, lo que tiene de manera frecuente (mínimo una vez al día, todos los días) son rabietas. En estos dos años, mi niña habrá cogido un par de rabietas, algo ocasional y casi siempre debido al cansancio. Pero desde que llegó su hermano son diarias y por los temas más triviales. Y esas rabietas son las que hacen que más rápido se agote la paciencia.
Un día fuimos los cuatro al pediatra y, cuando entré en la consulta con mi hijo pequeño, al poco rato, ella abrió la puerta y entró. Bueno, hasta aquí todo bien, pero no paraba de entrar y salir, así que en una de las veces que ella salió, yo cerré la puerta. La que lió, madre mía, la escuchaba gritar y patalear desde la consulta, así que opté por abrir de nuevo al puerta y dejarla pasar, pensando que de esta forma se le pasaría la chota. Qué equivocada estaba, siguió y siguió mientras estuve en la consulta, el pediatra cada vez tenía que hablar más alto y yo no le escuchaba nada. Salimos de la consulta con ella todavía llorando y se calmó cuando salimos del centro de salud. Aun no entiendo qué paso para que se pillara la que se pilló. Pero la cosa no termina ahí, a los cinco minutos, mi niño (que iba en el carrito y ella me ayudaba a llevarlo) comenzó a llorar. Así que le cogí para calmarle. Y ahí estalló de nuevo. Mi hija quería que le dejara en el carro porque le estaba llevando y, como no lo dejaba, comenzó de nuevo a gritar y a patalear. Entramos en un bar a tomar algo para que yo le diera el pecho al pequeño y, cuando ya salíamos del bar, su padre cogió el carro y... otro berrinche. Ella no quería que su padre llevara el carro. De camino a casa terminé llevándola a ella en brazos, pero también tenía que llevar el carro, algo que cada vez se hacía más difícil. Cuando mi marido cogió el carro que yo llevaba para que pudiera cogerla a ella mejor... otro berrinche.

Como os podéis imaginar, esa escasa hora y media que pasamos fuera de casa se convirtió en algo horrible. Cuatro berrinches en tan poco tiempo podían con la paciencia de cualquiera. Me pregunto si ella tendría estos berrinches de no estar su hermano, pues a partir de los dos años es cuando comienzan con esta fase.

Me he topado con un artículo escrito por Rosa Jové sobre las rabietas que quería compartir con vosotros. Me encanta esta mujer y su forma de ver la crianza y, tras leer este artículo, creo que mi comportamiento cambiará cuando mi hija vuelva a cogerse un berrinche.