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martes, 5 de junio de 2012

¿Dónde dar a luz? Puntos a tener en cuenta


Cuando nos quedamos embarazadas, una de las decisiones que hay que tomar es el hospital o clínica donde vamos a dar a luz. Con esta entrada lo que quiero exponer son una serie de puntos a tener en cuenta para decidir dónde vamos a traer al mundo a nuestro bebé. Como todo, es una opinión personal, pero creo que son puntos importantes. Tras dos partos, he podido comparar los protocolos de actuación de una clínica privada y de un hospital público amigo de los niños y las diferencias son abismales.

Es posible que una madre primeriza no sepa cómo quiere que sea su parto, sus expectativas son bajas y, seguramente, lo único que piensa es que los médicos hagan lo que tengan que hacer para que su bebé nazca bien. Si en el círculo de amistades no ha habido experiencias con las que comparar, lo más probable es que la mamá que se enfrenta por primera vez a este proceso las únicas opiniones y experiencias que tenga sean las de madres, tías o abuelas y hace treinta años las cosas eran muy diferentes a como son ahora. Lo que antes se consideraba normal ahora no está recomendado por las organizaciones oficiales.

Bien, estos son los aspectos que, considero, se deben examinar a la hora de elegir hospital:

-          Episiotomía, rasurado y enema. Esto es un pack que normalmente se suele aplicar a la madre primeriza. ¿La razón? Lo ignoro, porque realmente no es necesario. En muchas clínicas es algo que se realiza por protocolo, no por necesidad, y sin informar a la madre de por qué se hace. En las clases de preparación al parto a las que asistí en mi primer embarazo, un matrón nos comentó que se ponía el enema para vaciar lo máximo posible toda la zona, para dejar hueco y que, llegado el momento del expulsivo, el bebé no acabara lleno de “porquería”, ya me entendéis. Que el rasurado se hacía por higiene, para que a la hora de hacer la episiotomía toda la zona quedara lo más limpia posible. Y que la episiotomía era algo necesario para evitar posibles desgarros, que siempre era mejor hacer un corte controlado que un desgarro que podía ir en cualquier dirección. Yo salí de aquella clase totalmente convencida de que eso era así, si me lo decía un profesional, por algo sería. Qué equivocada estaba, madre mía. El enema no es ni mucho menos necesario. En mi primer parto me lo pusieron porque sí, en realidad ni siquiera me habían preguntado qué tal iba al baño. Es más, si algo me ha caracterizado siempre es que suelo ir con la tripa bastante sueltecilla, vamos, que no necesitaba algo que me ayudara a ir más al baño. En este parto, no me lo han puesto y mi niño no ha nacido lleno de “porquería”. El rasurado, por suerte, no me lo realizaron en ninguno de los dos embarazos, no me quiero ni imaginar cómo debe ser que te crezca el pelo en una zona que tiene puntos, ¡¡¡con lo que eso pica!!! Y con respecto a la episiotomía… ni que decir tiene que se emplea de manera indiscriminada la mayor parte de las veces. La OMS recomienda que se realice en un porcentaje muy bajo y solamente cuando sea estrictamente necesario. No sé si en España este porcentaje se triplica. Es una pena. En mi primer parto, el ginecólogo comentó (ni siquiera se dirigía a mi): “vamos a tener que hacer epi, viene con una vuelta de cordón”. En este embarazo, también venía con una vuelta de cordón y no me hicieron episiotomía, así que esa razón carece de sentido. Esta práctica puede conllevar a muchos más problemas que un desgarro. Ni que decir tiene que la recuperación no es la misma con un desgarro que con una episiotomía (por supuesto todo depende del grado de desgarro que se tenga, pero un desgarro siempre será más natural). Tras mi primer parto, no pude sentarme sin sentir dolor hasta pasados 13 días, no podía ir al baño sin tomar antes laxantes y no pude coger a mi hija estando de pie hasta pasados tres o cuatro días, porque el dolor que sentía y las molestias que tenía me lo impedían. En esta ocasión, con un desgarro de grado II, no he tenido ningún dolor, he podido estar con mi hijo desde el primer momento, ducharme sin ayuda, ir al baño sin laxantes, sentarme sin ningún problema ni dolor… una maravilla. Curiosamente, el desgarro que tuve fue justo por donde me hicieron la episiotomía en el parto anterior, qué casualidad.

-          Monitorización fetal en la dilatación. Si el parto es normal, no es inducido, no entiendo por qué hay que monitorizar desde el primer momento a la madre. Esto impide el movimiento y creo que la dilatación es mucho mejor si la madre elige la postura en la que se encuentra más cómoda, si puede pasear, ducharse… en fin, tener cierta libertad de movimientos. En mi primer parto, que era totalmente normal, estuve monitorizada desde el primer momento. En este segundo parto, tuve que estarlo porque fue inducido y tenían que ir controlando cómo respondía el bebé a la medicación. En realidad, es lo único por lo que le veo sentido a la monitorización, para ver si hay sufrimiento fetal y poder actuar en consecuencia.

-          Vía para suero. Esto es algo que también suele hacerse de manera rutinaria. Según entramos en el hospital nos ponen una vía y suero. En mi primer parto fue así, no me dieron nada de comer ni de beber mientras estuve dilatando. Menos mal que fue un parto corto. En esta ocasión también me pusieron una vía, pero no para el suero, sino para la medicación. Pude comer en todo momento hasta que me pusieron la oxitocina. Cuando me la pusieron, la matrona me comentó que sólo podría beber agua, bebidas ricas en sales y zumos que no contuvieran leche (como los Bifrutas). La idea de no poder comer ni beber durante la dilatación entiendo que será por si la cosa termina en cesárea, pero no sé hasta qué punto es necesario no alimentar a la madre. Es más, con el esfuerzo que tendrá que realizar y lo cansado que es dilatar, lo mejor es que tenga fuerzas.

-          Contacto con el bebé desde el nacimiento. Hay clínicas que no dejan al bebé con la madre y esto me parece muy importante. Cuando el bebé nace, donde mejor está, es con su madre, en contacto piel con piel desde el primer momento. Todas las pruebas que hay que hacer al bebé se pueden hacer más tarde, no es necesario realizarlas en los primeros momentos de vida. Además, no hay por qué llevarse al bebé a ningún sitio, todas las pruebas (peso, tamaño, prueba del talón, vacunas, etc) pueden realizarse en presencia de la madre. En mi primer parto, se llevaron a mi niña y sólo me dejaron verla cinco segundos. En esta ocasión, tuve a mi hijo encima desde el primer momento y todas las pruebas y controles los hicieron en mi presencia, es más, algunas de las pruebas las hicieron con el niño mamando o encima de mí.

-          Lactancia precoz. Se recomienda poner al bebé al pecho por primera vez antes de que pase media hora tras el nacimiento. Esto favorece un inicio de la lactancia bueno y sin problemas. Con mi primer parto, no pude poner a mi hija al pecho hasta pasadas tres horas, desconozco la razón. En este caso, pasados los primeros momentos y en cuanto estábamos en la sala de dilatación, mi niño ya estaba enganchado al pecho. Además, los profesionales del hospital deberían estar capacitados para ayudar a la mamá en todo momento si existe algún problema.

-          Existencia de neonatología. Esto es muy importante. No tiene por qué salir nada mal durante el parto, pero de haber alguna complicación, lo mejor es que el centro disponga de un área de neonatología para el cuidado del bebé y que éste se realice de la manera más rápida posible. No sería la primera vez que una mamá se queda ingresada en el centro en el que da a luz mientras su hijo tiene que ser derivado a un hospital que disponga de los mecanismos adecuados para su cuidado. Y eso es una pena.

Bueno, bajo mi punto de vista esto son los aspectos más importantes que hay que evaluar a la hora de decidir el centro donde vamos a dar a luz. Por supuesto, hay muchos más, como la distancia a nuestra casa, si tiene o no habitación individual, pero eso en realidad no dejan de ser comodidades para el después. Claro que también deberíamos tenerlas en cuenta, pero no hay que dejarse llevar sólo por esos aspectos. El parto es una experiencia maravillosa que toda mujer debería poder disfrutar. Todas tenemos unos derechos que deben ser respetados en la medida de lo posible. Esta claro que un parto puede complicarse en un momento dado, pero la mujer debería estar informada en todo momento de las decisiones que se toman, pues no deja de ser su parto y su hijo.

Aquí dejo algunas páginas de consulta:



http://proyectodoula.blogspot.com.es/2007/03/recomendaciones-de-la-oms-para-un-parto.html

martes, 20 de diciembre de 2011

El nacimiento de nuestra pequeña

¿Qué mejor manera de empezar que por el principio? Como ahora estoy embarazada de nuevo, prefiero contar cada prueba de este segundo embarazo y no del primero, que fue completamente normal. Este está siendo algo más “movidito” y seguramente pueda aportar información más interesante. De ahí que vaya directamente al día en el que nuestra hija nació.
Esa noche ya fue un poco rara, pues me desperté varias veces durante la noche con molestias. No quise pensar que se debiera a que iba a ponerme de parto porque prácticamente desde el principio del embarazo, tuve dolores en la zona lumbar, así que era algo relativamente normal. Lo que no lo era tanto fue el hecho de despertarme varias veces, cada dos o dos horas y media aproximadamente. Esa mañana me desperté temprano, sobre las siete y media, porque ya no aguantaba más en la cama.
Alrededor de las nueve y media empecé a expulsar el tapón mucoso. Digo empecé porque estuve como dos horas expulsándolo. Supe que era el tapón porque tenía un aspecto muy viscoso, de un color como clara de huevo y muy abundante, al menos en mi caso. Esto tampoco me preocupó demasiado, el día anterior había estado en el ginecólogo y me comentó que el hecho de expulsar el tapón no era indicativo de parto. Es más, tenía una amiga que perdió el tapón mucoso una semana antes de dar a luz, así que me lo tomé con mucha calma. No tenía molestias, es más, curiosamente me encontraba mucho mejor después de haber expulsado el tapón mucoso que antes, así que tranquilamente me duché, me vestí y fui al centro de salud a por la baja médica. Después estuve con mis padres comprando.
Cuando ya volvíamos a casa, sobre la una y media, al salir del coche y recorrer los pocos metros que nos separaban del portal, noté que empezaba a… ¿cómo decirlo?... “tener pérdidas”. No sé, tenía la sensación de que me estaba haciendo pis encima, no podía controlarlo, pero era muy poco. Así que le dije a mis madre: “no sé si acabo de romper aguas o es que me he hecho pis encima”. Subimos a casa, me cambié y, ante la duda, decidimos ir al hospital. Total, para volver a casa siempre teníamos tiempo.
Quiero decir que nosotros decidimos dar a luz en un hospital privado en Madrid, aun siendo nosotros del sur. El hospital es La Milagrosa. Nos decidimos por este hospital básicamente porque el ginecólogo que me estaba llevando el embarazo atendía los partos allí y para mi era muy importante que la persona que me seguía mes a mes estuviera conmigo ese día. Por eso cambié mi ginecólogo original, porque no atendía partos. En fin, ahora me doy cuenta de que eso no tuvo mucho sentido en mi caso porque no consiguieron encontrar a mi ginecólogo y me atendió el que en ese momento estaba en el hospital (del que, por otro lado, no tengo ninguna queja, me atendió perfectamente).
Cuando llegamos al hospital serían más o menos las tres de la tarde, durante ese rato había tenido alguna molestia, pero poca cosa. Mientras esperaba para decir que necesitaba que me observara una matrona porque creía que había roto aguas, las rompí del todo. Era como si me hubieran tirado un vaso de agua, pero no de golpe, era una caída de agua constante, sin poder evitarlo. Ya sabía que cuando saliera del hospital, lo haría con mi niña.
Tardaron bastante en atendernos, ya no en la entrada, si no en la zona de maternidad. En este hospital al menos, subes a la zona de maternidad y no puedes entrar directamente, hay una puerta que permanece cerrada y tienes que llamar y esperar a que alguien salga y te atienda. Fue en este punto en el que estuvimos fácilmente más de diez minutos.
Cuando por fin nos atendieron, me pasaron a una sala de observación, donde una matrona me examinó y me confirmó que, efectivamente, había roto aguas y que ya me quedaba porque había comenzado el parto. Me pidieron que me quitara la ropa así como el reloj y los anillos y me pusiera ya el camisón o la ropa que fuera a llevar. He de decir que, al ser un hospital privado, tuve que llevar absolutamente todo, desde mi ropa (camisones, calcetines, braguitas post-parto) pasando por toda la ropita del bebé, pañales, etc. Lo que allí sí que nos dieron sin problema fueron las compresas tocológicas, el jabón para el baño del bebé (en mi caso todos los días venía una enfermera por la mañana y se la llevaba para que la bañaran), toallas y, si mal no recuerdo, los empapadores para cambiar al bebé. Lo demás, hay que llevarlo.
Cuando ya estaba cambiada, me pusieron un enema y, después de ir al baño, me pasaron a otra habitación. Esta habitación hacía las funciones de sala de dilatación y sala de parto. Serían aproximadamente las cuatro de la tarde.
Allí me monitorizaron y me pusieron una vía con suero, porque, claro, no me permitían beber ni comer nada. Al poco rato empezaron las contracciones, el monitor las iba señalando segundos antes de que llegaran, así que, cuando ya empezaron a ser bastante fuertes, mi marido me decía: “que viene una” y me daba la mano para que pudiera apretarle fuerte. Vinieron a verme en dos ocasiones, la primera no sé cuánto tiempo después para examinarme y decirme que, tal y como estaba ya, podía pedir la epidural cuando quisiera. Les comenté que me la pusieran en ese momento, que no quería esperar más. Tardaron aun lo que a mi me pareció una eternidad en ponerme la epidural. Cuando me pusieron la epidural, la verdad es que ni me enteré, no se nota nada, es un pequeño pinchazo y además te informan en todo momento de lo que van a hacer y de lo que vas a sentir. Lo malo, tuve una contracción justo cuando estaban poniéndomela, y no puedes moverte lo más mínimo, así que fueron unos momentos un poco más tensos.
En cuanto me pusieron la epidural, vinieron a decirme que me preparara, que iba a comenzar el parto propiamente dicho. Me preguntaron si seguía doliéndome y les comenté que sí, que a mi la epidural no me estaba haciendo nada, notaba vagamente más dormida la parte derecha, pero la izquierda seguía doliendo, así que directamente me pusieron algo en la vía, no sé qué fue, pero eso ya sí hizo efecto y el dolor desapareció.
En el trabajo de parto, lo que es ya el expulsivo, estaban presentes un pediatra, el ginecólogo y una matrona, eso mínimo. Mi marido estuvo conmigo en todo momento. El ginecólogo me examinó y comentó: “Vamos a tener que hacer epi, viene con una vuelta de cordón”. Cuando escuché eso pensé: “Madre mía, me van a hacer la episiotomía, que sea lo que dios quiera”. Después de practicarla, la matrona que estaba a mi lado viendo el monitor, me comentó que venía una contracción y que empujara. No debí hacerlo muy bien porque el ginecólogo me dijo que no quería que respirara así. A pesar de haber ido a todas las clases de preparación al parto, ¡¡no sabía cómo respirar ni cómo empujar!! En la siguiente contracción, uno de los médicos que estaban allí se puso encima de mi barriga y apretó. Mi niña salió con ese empujón, eran las ocho de la tarde. Había pasado sólo seis horas desde que había roto aguas y ya tenía a mi niña conmigo. El trabajo de parto duró diez minutos, no creo que durara más. Después, me dejaron ver a mi hija sólo unos instantes, tuve el tiempo suficiente de decirle “Hola cariño” y poco más, rápidamente se la llevaron con su padre a la habitación en la que íbamos a pasar unos días.
Tardaron una media hora en coser la episiotomía, no sé cuántos puntos me dieron, pero el ginecólogo me dijo que tardaría unos 13 días en volver todo a la normalidad en ese aspecto. Y fueron justo esos días, pero toda la parte del post-parto y lo que pasamos esos días lo contaré en otra entrada.
La anestesista que me puso la epidural nos comentó que yo estaba ya dilatada del todo cuando me pusieron la epidural, que ella creía que estaría de siete centímetros pero que ya los había pasado y que, si queríamos, podíamos poner una queja a la matrona que nos había atendido, porque no era normal lo que había pasado. Al parecer, por esto no me hizo el efecto que debe hacer y tuvieron que ponerme un refuerzo.
La verdad es que mi parto fue bastante rápido y sin ningún tipo de complicación, pero es cierto que ahora que echo la vista atrás y lo veo desde la distancia, hay ciertas cosas que no deberían haber sucedido. Toda la dilatación la pasé sin nadie que viniera a verme (salvo la vez que vino la matrona a decirme que ya podía pedir la epidural), si hubiera habido sufrimiento fetal, ¿quién se habría dado cuenta? Nadie vino a observar el monitor. La epidural me la pusieron muy tarde porque no nos estaban prestando la suficiente atención, pero en realidad eso es lo de menos, porque el dolor es algo que se supera y se olvida.
Esta es mi experiencia, por lo demás, no tengo quejas del hospital. En otra entrada comentaré también qué habría que tener en cuenta a la hora de decidir en qué hospital dar a luz, siempre bajo mi punto de vista, claro.
En cualquier caso, la experiencia que se vive en ese momento es tan maravillosa que los momentos malos quedan relegados.