Toda la parte de lactancia materna me parece muy interesante, por tanto, dedicaré varias entradas a hablar de ella, por supuesto según mi propia experiencia. En esta entrada hablaré de los aspectos más negativos de la misma, esperando que puedan servir a todas aquellas mamás que en estos momentos estén pasando por lo mismo que pasé yo.
Cuando una mujer decide amamantar a su hijo, puede encontrarse con uno de estos tres problemas (y algunos más) o los tres juntos, como fue mi caso.
Como casi todas las futuras madres, asistí a mis clases de preparación al parto donde un día, en realidad una hora, una matrona nos explicaba los aspectos más importantes de la lactancia materna. Ella tenía tres hijos y había dado el pecho a los tres, además hasta que habían sido mayorcitos. Yo la escuchaba hablar y todo parecía sencillísimo. El bebé podía mamar en cualquier posición, tenía que tener la boca bien abierta y había que darle pecho a demanda. Todo perfecto, la verdad es que, como digo, parecía muy fácil.
Mi madre me regaló un par de meses antes de nacer mi hija el libro “Un regalo para toda la vida” del (para mi, genial) pediatra Carlos González. Y fue leyendo este libro, que en realidad es más que un libro, es una guía de lactancia, me di cuenta poco a poco que no era algo tan trivial como poner el niño al pecho y ya está. La lactancia materna es todo un mundo, que puede hacerse muy complicado si tienes problemas. Además, hay mucha falta de información, no sólo nosotras, las madres, también (esta es por supuesto mi opinión basada en mis experiencias) a nivel sanitario, desgraciadamente.
Cuando nació mi hija, yo tenía pensado ponerla al pecho cuanto antes, pues había leído que es lo que se debe hacer, hay que favorecer este acercamiento entre madre e hijo lo antes posible. Cuanto más tiempo tarde el bebé en coger el pecho peor puede resultar. No pude hacerlo. Se llevaron a mi hija con su padre a la habitación mientras a mi me cosían la episiotomía y no pude ponerla al pecho hasta tres horas después de nacer. Mi hija lloraba y lloraba en su cunita y no podía darle de comer, que era lo que ella más necesitaba. No sé si por el hecho de comer o porque en realidad el pecho es para ellos mucho más que eso: es consuelo, calor, seguridad.
Lógicamente no tenía ni idea de cómo cogerla ni cómo colocarla, así que pedí ayuda a las enfermeras. Lo primero que me dijeron es que tenía muy poco pezón, así que tenía que intentar sacarlo lo máximo posible para facilitarle a mi hija el agarre. Lo segundo que me dijeron es que tenía que darle 15 minutos de cada pecho. Esto ahora me suena extraño, porque la lactancia debe ser a demanda. Un bebé con cuatro horas de vida probablemente con 15 minutos no tenga ni para empezar, la mayoría se quedan dormidos en brazos de su madre. Pero yo fui muy obediente y así lo hice. Al principio bastante bien, porque ella se enganchaba a las mil maravillas y parecía que no teníamos problemas, aunque yo notaba que me resultaba mucho más sencillo (y a ella también) mamar del pecho izquierdo que del derecho. La primera noche la pasamos muy tranquilas. Yo seguía dándole 15 minutos de cada pecho pues en ningún momento me dijeron lo contrario. La segunda noche, después de que estuviera llorando durante dos horas, vino la enfermera y nos dijo que lo que tenía era hambre. No volví a darle el pecho 15 minutos, esa noche estuvo casi toda la noche en el pecho, pero no me importaba. Cuando se soltaba de uno, la dejaba en la cuna y cuando se despertaba, normalmente al cabo de media hora, la ponía en el otro, alternándolos. A la mañana siguiente, me di cuenta que tenía una herida en el pezón del pecho izquierdo. No me dolía especialmente, pero tenía muy mal aspecto, parecía que iba a caerse un cacho, realmente no tenía buen aspecto.
Yo utilizaba la crema Purelán 100 de Mustela. Esta crema se aplica sobre el pezón directamente, el bebé puede tomarla sin problemas, y ayuda a la cicatrización. Así que cada vez que le daba el pecho, me echaba un poco. Pero ni con esas, la herida del pezón no mejoraba y empezaba a doler cuando se enganchaba.
Inconscientemente, empecé a darle más del pecho derecho que del pecho izquierdo, porque me dolía horrores cuando se enganchaba. Sabía que algo malo estaba haciendo porque, si algo me había quedado claro tras leer libros de lactancia y consultar en internet, es que dar el pecho no debe doler.
Once días después de dar a luz, empecé a tener muchísima fiebre. No sabía qué me pasaba, porque yo no me notaba enferma. La noche la había pasado regular, porque me dolía el pecho, pero durante el día parecía que había mejorado un poco. Sin embargo, la fiebre no bajaba. Tengo que decir que nunca tengo fiebre alta, sólo unas décimas, sin llegar nunca a 37.5. Ese día tenía 38.5.
Fuimos al centro de salud donde me examinaron la episiotomía (por si tuviera alguna infección) y revisaron el pecho. Al mirar el pecho derecho, vieron que había empezado con mastitis. La mastitis tiene tres síntomas físicos claros: dolor, rubor y calor. Hay una zona en el pecho enrojecida, caliente al tacto y que genera dolor a la persona que lo padece. Además de esto, puede aparecer fiebre. En mi caso, esta fiebre venía provocada no tanto por la mastitis (la he tenido en más ocasiones sin fiebre) si no por las grietas del pezón, que ya tenían un aspecto horrible, infectado y de un color amarillento. Me mandaron antibióticos compatibles con la lactancia (es increíble la cantidad de medicamentos que son compatibles, realmente es difícil que te manden algo con lo que tengas que interrumpir la lactancia) y me dijeron que si la fiebre no remitía en 48 horas volviera.
La fiebre no remitió y el dolor en el pecho izquierdo empeoraba. Pasadas 48 horas volví al médico. El pecho derecho estaba bien, había desaparecido la mastitis, pero ahora estaba en el pecho izquierdo, en prácticamente todo el pecho (zona inferior, superior y exterior del mismo). Esto, añadido al aspecto que tenía el pezón, hicieron que mi médico me aconsejara seguir con el antibiótico una semana más y luego volver. Durante esa semana la fiebre desapareció, pero no el dolor. No puedo describirlo, era horrible. Cada vez que mi hija tenía que comer de ese pecho veía las estrellas. El momento del agarre, junto con un minuto o un par de minutos después, no podía hablar, tenía los dedos de los pies contraídos y las manos totalmente tensas, agarrando lo primero que pillaba fuertemente para intentar no moverme, no asustarla. A la semana, volvieron a mirarme el pecho, la mastitis había disminuido un poco y ya se centraba más en el cuadrante exterior del pecho, donde seguía con mucho dolor, muy caliente y muy enrojecida. Me cambiaron los antibióticos para ver si conseguían ayudarme y me recomendaron que vaciara muy bien ese pecho, para evitar problemas, que utilizara un sacaleches si fuera necesario y que pusiera siempre primero a mi hija en ese pecho, para que lo vaciara lo máximo posible. Lo probé todo, el sacaleches he llegado a aborrecerlo hasta límites que no puedo describir. Una noche estuve cuatro horas con el sacaleches en ese pecho y sólo conseguí sacar un dedo de leche. Se me deformó el pecho totalmente, estaba duro como una piedra, el pezón estaba… no puedo explicarlo, deformado, sangrante, creía que no volvería a tener el pecho normal en la vida. Probé pezoneras para intentar aliviar el dolor. En esos días, debido al dolor y a todos los cambios hormonales que experimentamos, me desesperé y algunas de las tomas mi hija las hizo con biberón. Incluso llegué a acudir al médico para decirles que me dieran una pastilla que me quitara la leche. Agradezco enormemente que no lo hicieran, es más, me dijeron que eso no solucionaría el problema, pues el pecho tenía que vaciarse y nadie mejor que el bebé para hacerlo.
La fiebre no bajaba, llegué a tener en el peor de los días casi 40 de fiebre, no podía levantarme de la cama, ni coger a mi hija en brazos, fueron unos días delicados. Como veían que los antibióticos no hacían nada, que el pecho seguía con mastitis y, además, con un bulto en la zona exterior que me dolía muchísimo, decidieron enviarme con carácter urgente al ginecólogo a que evaluara la situación. Éste, tras examinar concienzudamente el pecho, me comentó que tenía toda la pinta de ser un absceso, pero que convenía que lo miraran en el hospital de Fuenlabrada para ver si podían drenarlo. Volvieron a cambiarme los antibióticos, esta vez por unos más fuertes que sí tenían algo más de riesgo para la lactancia y el lactante. Aun así me dijeron que continuara dando el pecho.
En el hospital me dijeron que no podían drenar el absceso porque estaba muy duro, volvieron a cambiarme los antibióticos para ver si conseguían volverlo más blandito para quitarlo. A la semana siguiente tuve que volver en dos ocasiones más hasta que por fin encontré una ginecóloga que me pidió una ecografía de mama urgente para asegurarse de que era realmente un absceso. La eco lo confirmó, pero estaba tan profundo que no podían drenarlo en consulta. Tenía que pasar por quirófano, me operarían con anestesia general. Todo fue muy rápido, me dijeron que me fuera preparando, que diera el pecho a mi hija (a ser posible el que iban a intervenir) y que me llevaban a quirófano. En media hora estaba ya lista para operar.
Cuando desperté de la operación tenía unas pequeñas molestias en el pecho, en la zona de los puntos, pero he de decir que me sentía como nueva. ¡¡No había dolor!! Podía agacharme, toser, tumbarme de lado sin que me doliera, era increíble. Fue como empezar de nuevo. Poco a poco, y con ayuda de una matrona a la que acudí en dos ocasiones, mejoramos la postura a la hora de amamantar y las grietas fueron desapareciendo. La mastitis volvió de nuevo pasados diez días de la operación, pero esta vez los antibióticos pudieron con ella y en cuatro o cinco días había desaparecido. La he tenido en una ocasión más hace ya casi un año, esa vez sin fiebre.
Hoy, 21 meses después del nacimiento de mi hija, puedo decir que sigo con lactancia materna, sin dolores, sin grietas, disfrutando plenamente de ella y esperando continuar con mi hijo de la misma manera.
Yo también tuve abceso a los 2 meses de nacer Emma, vaya mal trago, y curiosamente también me voy a formar como asesora de lactancia :) parece que superar éste tipo de problemas te hace querer ayudar a evitar que otras madres pasen por lo mismo o al menos poder acompañarlas en el camino.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Silvia. Cuando tienes algún problema durante la lactancia lo que quieres evitar a toda costa es que otra madre tenga que pasar por lo mismo. Qué curioso que te pasara a ti también!! Ánimo en tu formación y muchas gracias por tu comentario!
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